jueves, 28 de junio de 2012

Capítulo 2.




-Pero escúchame Nicki, por favor, entra en razón –hice caso omiso a las palabras de Zoe (mi estilista) y cogí el móvil para preguntarle a Ruth si había terminado de preparar la maleta-. ¡Escúchame! ¡Solo te pido una semana! –le hice un gesto con la mano para que guardara silencio, pero sonó el buzón de voz de Ruth.

-No pienso aguantar una semana más aquí –me opuse buscando otra vez el número de Ruth en mi agenda, pero para mi sorpresa, Zoe me quitó el móvil de las manos.

-Escúchame, que te lo digo por tu bien. Conseguiré que ni el mejor paparazzi del mundo te reconozca, pero dame una semana para transformarte en otra persona –sin hacerle mucho caso traté de arrebatarle mi teléfono, pero fue más rápida que yo y me esquivó.

-Zoe, esto es un infierno, yo necesito desaparecer una buena temporada y lo pienso hacer, con o sin tu ayuda, pero te juro que lo haré –la amenacé tendiendo una mano para que me devolviese lo que era mío.

-Pero Nicki, si yo te apoyo, pero hazme caso, en una semana conseguiré que no te reconozcas ni tú misma cuando te mires en el espejo –medité su propuesta y llegué a la conclusión de que tal vez no era tan mala idea.

-Está bien, pero solo una semana, ni un día más –suspiró aliviada y me devolvió el móvil.

Le escribí un mensaje a Ruth explicándole el cambio de planes de última hora. Seguro que me lo agradecería, pues la conocía de sobra y estaría loca intentando escoger qué se llevaba y qué dejaba en casa.

El timbre de la entrada sonó y corrí a abrir la puerta, pues le había dado ya las vacaciones al servicio, ya que supuestamente yo me iría al día siguiente de no ser por la gran capacidad que tenía Zoe para manipularme. Y allí estaba Rob, enfundado en su traje de D&G negro y su flamante camisa importada desde Arabia, hecha a mano por el mismísimo sastre de un importante empresario de la industria petrolífera y blá, blá, blá… En fin, tan impecable como siempre.

-Buenos días Nicki, te veo buena cara. Debe de ser por esa locura que se te ha ocurrido y que nos va a complicar todo lo que teníamos planeado –¿Destilaban inconformidad sus palabras o me lo parecía a mí? (Y sí, es sarcasmo). Por suerte ya me había acostumbrado a Robert, y sus numeritos no me tomarían de sorpresa.

-Buenos días a ti también Robert, ¿te apetece un café? –Negó con la cabeza- ¿Tal vez prefieres un té? –Volvió a negar y se quedó en la puerta mirándome- ¡Uh! ¡Qué maleducada por mi parte! Pasa hombre, no te quedes fuera –oí ciertos gruñidos en voz baja, pero como ya he dicho, estaba más que acostumbrada a Robert y su mal genio.

-No sé qué bicho te habrá picado querida, pero bueno, la jefa eres tú, y si quieres irte, no seré yo quien te lo impida –dijo sentándose en un sillón de cuero negro sin mirar siquiera a Zoe. Típico de Robert, pensé disimulando la risita tapándome la boca.

-Robert, querido –le imité resaltando la palabra “querido”-. Tú mismo lo has dicho todo. Yo soy mi propia jefa, y también la tuya.  Y como no tengo firmado ningún contrato reciente, no hay más nominaciones a premios y si estoy invitada a alguna fiesta la puedo cancelar perfectamente, pienso tomarme unas merecidas vacaciones de tiempo indefinido.

Se quedó callado, pero supe que eso no iba a durar mucho tiempo. Robert no era de aquellos que saben cuando tienen que cerrar la boca, sino más bien todo lo contrario, pero por suerte para mí, en ese momento sonó mi móvil. Había llegado un mensaje:

“Menos mal que voy a tener un poco más de tiempo para arreglar la maleta. ¿Tendremos que ir de compras no?
Te quiero.”


Por fin me había contestado Ruth. Le mandé uno en respuesta diciéndole que mi asesora se encargaría de todo con respecto a la ropa y que yo estaría toda la semana ocupada con el “cambio de look”.



La semana se me hizo eterna, pues cada día era una rutina insoportable: despertarse, ducha, rayos UVA, masajista, compras, peluquería, ducha (otra vez) y a dormir. Casi no tenía tiempo para sentarme y comer, tenía que prepararme el menú entero antes de irme a dormir, para así no perder tiempo el día siguiente.

Por suerte, cada vez que salía de casa lo hacía de la manera más discreta posible, por lo que no se produjeron altercados que me delataran. Ninguna persona que no formase parte de mi equipo me vio en esos días, así que no fui portada de ninguna revista en la que se mostrase mi cara de recién levantada, o un calcetín de diferente color que el otro, etc. Nadie se enteró de nada sobre mis cambios, lo cual era un gran alivio, pues si por el contrario hubieran notado algo, se habrían arruinado mis vacaciones y me habrían acribillado a preguntas.

Cuando el sábado por la tarde, después de todas aquellas tardes sin descanso, me vi al espejo bendije a Zoe, pues realmente había obrado un milagro. Mi rojizo cabello se había vuelto de un castaño oscuro y había crecido notablemente, lo que me parecía imposible, pues solo habían pasado siete días, pero ahí estaba la viva prueba. No había rastro de esa piel casi transparente que antes había sido la que cubría mi cuerpo, y su lugar lo ocupaba ahora un ligero tono dorado digno de un verano en las playas de Miami. Incluso mis ojos estaban más verdes que de costumbre (se debería a unas gotas que me habían obligado a echarme dos veces en semana). Si hasta las cejas habían cambiado de forma gracias a unas pinzas depilatorias. Había adelgazado dos kilos, pero me había puesto más en forma. Era como observar a una completa extraña en aquél enorme espejo, pero a la vez estaba segura de que era yo, pues ¿quién sino iba a ser?

Esa sensación de no reconocerme ni a mí misma era escalofriante, y mientras más pensaba en ello más miedo me daba. Pero aquello era exactamente lo que necesitaba y Zoe lo había conseguido.

Sacudí la cabeza de un lado a otro para volver a la realidad y librarme de aquél reflejo. Corrí en busca del móvil le dejé un mensaje a Ruth para que fuese inmediatamente a mi casa. En pocas horas recibiría los papeles sobre mi identidad falsa, así como el pasaporte, el billete del vuelo y la localización del piso en el que íbamos a vivir.
Escogí como destino Sevilla, pues era una ciudad que siempre había querido visitar y por fin iba a cumplir mi sueño. Por otra parte, también le dejé bien claro a Robert (que se encargó de todo) que no quería una casa lujosa, ni un hotel, ni un lugar apartado, sino un pequeño piso que no fuera nada caro y que no se encontrase en una zona de gente rica. Quería vivir por una vez todo lo que se me había negado por mi condición. Deseaba conocer a la gente normal y que ellos me viesen a mí también como alguien corriente. Y ese deseo se iba a cumplir en pocas horas.

Sumergida en mis pensamientos sobre mi nueva y temporal vida el móvil sonó y me sobresalté. Miré la pantalla y pude comprobar que era Robert.

-Nicki, tengo ya todos tus papeles en orden. A partir de este momento te llamas Sara Collins Díaz, y te recuerdo que allí se utilizan los dos apellidos –asentí sin darme cuenta de que no podía verme a través del teléfono, por lo que respondí con un “sí, lo recordaré”-. Muy bien, de todos modos tendrás el DNI, el carné de conducir, el pasaporte y demás por si se te olvida algún dato. Por prudencia cambié también tu mes de nacimiento y el lugar de nacimiento, pero sigues teniendo diecinueve años, así que allí podrás hacer lo típico de cualquier mayor de edad…

Sonó la otra línea y la atendí un momento.

-Ruth, espera que voy a terminar de hablar con Robert –le dije, y sin darle tiempo a hablar volví a cambiar de línea-. Robert, que tengo a Ruth por la otra línea. Ocúpate de que me lleguen los papeles con todo en orden y tómate unas merecidas vacaciones. Por cierto, de vez en cuando puede que recibas una llamada mía para que cambies los dólares a euros y me los envíes, ¿vale? Confío en ti, un beso.

-P-pero Nicki… -fue lo último que escuché antes de colgarle y volver a hablar con Ruth.

-Ruth, tienes que venir ahora mismo a mi casa y ver esto. ¡Es impresionante!

-¿Ha quedado bien? ¡Hace ya seis días desde que no te veo el pelo! –exclamó con su típico tono de indignación. La verdad es que yo también la había echado de menos, pues era muy raro que estuviésemos separadas.

-Pues cuando vuelvas a vérmelo no lo vas a reconocer –reí pensando en la cara que se le quedaría a Ruth en cuanto me viera.

-Joder tía, ¿tan diferente estás? –Escuché un sonido de fondo similar al de unas llaves introduciéndose en un coche- Te dejo que estoy arrancando el coche para ir a tu casa cariño. Nos vemos allí. Te quiero.

-¡Y yo a ti! –me despedí e inmediatamente me tiré sobre la cama tapándome la cara y riéndome de pura felicidad.

Aquello era maravillosamente increíble e inimaginable. En mi vida había pensado que algo así me pudiera pasar a mí, pero por suerte estaba equivocada.

Busqué en la agenda del móvil el número de mi asesora de moda y la llamé, para preguntarle qué tal le habían ido las compras durante la semana. Tenía que conseguir algo diferente a mi estilo, pero que me quedase bien y sobre todo, que me sintiera cómoda. Al cabo de unos segundos escuché su aguda voz al otro lado del teléfono.

-Michelle al habla –contestó.

-Michelle, soy Nicki –aclaré.

-¡Hola querida! Justo ahora mismo estaba pensando en llamarte. Creo que he conseguido lo que querías, pero para eso te quería llamar –hizo una pausa. Seguramente estaría apuntando algo en su agenda, como siempre.

-Tú dirás, Michelle.

-Pues te quería preguntar si te viene bien que me pase ahora por tu casa para que veas lo que he comprado y me digas qué te parece todo.

-Claro, ven en cuanto puedas, yo estaré aquí –escuché un coche aparcando en la entrada y corrí las cortinas para ver quien era. Tal y como me imaginé, era Ruth.

-En una hora y media estaré allí Nicki. Nos vemos –se despidió colgando antes de que yo pudiera decir nada más.

Corrí a abrir la puerta antes de que llamara Ruth y la encontré frente a mí. Estudió mi cuerpo de arriba abajo con la mirada y finalmente se detuvo en mis ojos con una expresión confusa en su rostro.

-¿Nicki?

-La misma –asentí sin poder reprimir una sonrisa. Si ni mi mejor amiga me había podido reconocer, nadie lo haría.

-¡Tía, estás irreconocible! –gritó empujándome al interior de la casa y cerrando la puerta tras de sí- Deja que te vea bien –agarró una de mis manos e hizo que girara sobre mí misma.

-¿Increíble verdad? –le pregunté caminando hacia la cocina para comer algo.

-Es que no pareces tú, pero estás igualmente fabulosa –se sentó en una silla de la cocina y se cruzó de brazos esperando a que yo terminara de comerme el donut de chocolate-. No sé como demonios lo haces pero estás genial hagas lo que hagas.

-Gracias, pero no creas que no me ha costado. A parte del dinero que he gastado, no he podido parar ni a respirar en toda la semana –hice una mueca recordando aquellos días y le ofrecí un donut a Ruth, que rechazó, como siempre-. Con decirte que casi no he podido fumarme un cigarro tranquila en todos estos días…

-Eso ya si que es grave. Conociéndote sé que lo que peor te sienta es la falta de nicotina, sobre todo cuando te estresas. Y que lo que más te gusta es el cigarrito de después de comer –asentí dándole un bocado al donut.

-Pues eso, que no me he podido fumar ni uno tranquila, siempre tenía que tirarlo por la mitad o más porque llegaba tarde a la peluquería, o al esteticista, o…
-¡Calla que me vas a estresar! –rebuscó en su bolso y sacó un paquete de tabaco- Por suerte, ya todo ha terminado y nos iremos de vacaciones, así que celebrémoslo con tu primer cigarro completo de la semana querida. Pero el mechero lo pones tú.

-A ver si encuentro uno, porque siempre los pierdo –busqué por la cocina, dentro de la estantería donde tenía los libros de recetas y efectivamente, allí había un mechero.

Encendimos los cigarrillos y salimos a la parte trasera. Nos quitamos los zapatos y caminamos por el césped sintiendo como la hierba acariciaba nuestros pies. Era una sensación tan agradable…

Nos tumbamos cada una en una hamaca y conversamos un rato sobre las cosas que haríamos en España (locuras la mayoría). Nos fumamos un par de cigarros más y escuché como llamaban a la puerta. Dejé a Ruth tumbada en la hamaca y fui a abrir.

Allí estaba Michelle, que me agarró de la mano y me llevó hasta su coche. Era un todoterreno grande y en cuanto abrió la puerta trasera casi quedamos sepultadas bajo tantas bolsas.

-Ayúdame a cargar las bolsas, que te voy a enseñar lo que he comprado.

La ayudé a cargarlo todo hasta mi habitación, lo que nos llevó más de una hora. Cuando estábamos en mi cuarto Ruth, Michelle y yo, abrimos las bolsas y miramos toda la ropa que había allí.

Vi una gran cantidad de ropa desparramada sobre mi cama y quedé encantada con lo que había elegido Michelle. Había acertado completamente. Era ropa típica de una adolescente de ciudad que intenta llamar la atención, pero no de manera estrafalaria.

Y ya, para terminar con aquella tarde perfecta, llegaron todos los papeles arreglados. Me despedí de Ruth y Michelle y me tiré en la cama sin comer por los nervios que tenía acumulados. El día siguiente sería magnífico.










martes, 26 de junio de 2012

Capítulo 1.




"¡Luces, cámaras y… acción!"

Aquellas palabras sin duda eran las que más se habían repetido a lo largo de mi vida y, por suerte o por desgracia, estaba destinada a seguir oyéndolas. Ser un personaje conocido a escala mundial tenía sus ventajas pero para obtener los beneficios tenías que acceder a vender tu vida y renunciar a tu intimidad.
Miles de personas en el mundo sueñan con convertirse en una estrella sin saber realmente las consecuencias de su deseo.

Está claro que para algunas personas es más fácil saber llevar ese peso con normalidad, incluso me atrevería a confirmar que ciertas estrellas consiguen acostumbrarse a la fama, pero en mi caso, esa probabilidad estaba muy lejos de hacerse realidad. Incluso celebridades como Rihanna, Kristen Stewart o incluso el mismísimo Leonardo DiCaprio se sentían algo nerviosos al pisar la alfombra roja o al ser conscientes de que sus rostros serían vistos en miles y miles de pantallas por todo el mundo. Pero para mí, el hecho de saber que se aproximaba la hora de mostrarme ante el público me provocaba escalofríos, me temblaba todo el cuerpo y me sudaban las manos. Lo sé, vergonzoso.

-Nicki, ¿estás preparada?-la voz de Ruth me devolvió a la horrible realidad: sudores fríos, manos temblorosas y nudo en la garganta. “Genial, ahora solo falta sonreír” Pensé dirigiéndole una mirada a mi compañera.

-No –respondí. Ella sonrió y soltó unas divertidas carcajadas, pero solo pude oír el barullo que había fuera de la limusina.

-¡Como si fuera la primera vez que oigo eso! –tras escuchar sus últimas palabras la puerta se abrió y fui expulsada del vehículo.

Cegada por los flashes me concentré en sonreír y caminar sin caerme al suelo. Cuando por fin me acostumbré a tantas luces pude ver a los que caminaban por la larga alfombra. Reconocí a Chris Brown, a Robert Pattinson, a los hijos de Michael Jackson, a Will Smith y sus dos hijos...

Avancé con paso firme por el centro del recorrido, evitando desviarme hacia cualquiera de ambos lados y tener que hablar con algún periodista. Detrás de las vallas había infinidad de personas gritando y pidiendo autógrafos. Me sorprendió el valor de un pequeño que se acercó hacia una de las vallas y le plantó un beso en la cara a una chica que lloró emocionada. Cuando se giró reconocí al chico, Blanket Jackson.

Yo, a mis diecinueve años de edad no era capaz de hacer algo así. Como mucho firmaba algunos autógrafos, pero manteniendo la distancia. Puede parecer algo extraño que una “estrella del cine” temiera a su público, pero así era. Les tenía pánico.

-¡Nicki, Nicki! ¿Son verdad los rumores sobre tu romance con Zack Efron?

-Nicki, ¿es cierto que piensas mantener tu virginidad hasta el matrimonio?

-Nicki, ¿sentiste algo cuando besaste a una chica en tu última película?

Pasé de largo sin responder a ninguna de aquellas barbaridades y me tropecé con Katy Perry. Llevaba un vestido amarillo muy corto y ajustado, con un estampado de flores azules a juego con su ondulado cabello. Era una chica original, por llamarlo de alguna forma. Sonrió y siguió caminando tras echarme un rápido vistazo. Yo en cambio, había optado por un modelo más discreto: un vestido sin mangas blanco de Armani con detalles lineales negros y unos zapatos de tacón también negros (de 18 cm de altura) con los que corría el riesgo de partirme un pie.

Tras el largo trayecto de flashes y voces desconocidas que gritaban descontrolados, conseguí llegar al edificio donde estaría a salvo. Mi esteticista estaba esperándome allí, y también Zack Efron (que había participado en el elenco de la última película en la que actué).

-¡Oh Dios! Vamos un momento a los baños que se te ha estropeado un poco el maquillaje –Diane me arrastró por el pasillo dejando a Zack solo y sorprendido.

Tras los retoques de última hora, pude reunirme con mi acompañante y fuimos los dos hasta nuestros correspondientes asientos en primera fila.

Después de horas de espectáculos y aplausos, llegaron los premios. La película que protagonicé ganó el premio a la más romántica, así que Zack y yo subimos al escenario. Desde allí arriba podíamos ver a todos aquellos que habían asistido a los premios, todas las personas que en ese momento tenían sus ojos clavados en nosotros, esperando unas palabras o un simple gesto. Mantuve la sonrisa (no sin hacer un gran esfuerzo) y levanté el premio en señal de victoria.

Mi compañero apretó mi mano al notar que temblaba y cogió el micrófono.

-Agradecemos mucho este premio, pero no lo habríamos conseguido sin la ayuda del equipo de producción, sin nuestro querido director Kenny Ortega… -mencionó hasta al hombre que nos llevaba los helados al camerino y cuando pensé que me iba a desmayar allí arriba, terminó su discurso- Y en fin, ante todo, estoy muy feliz de haber participado en esta película, y sobre todo, ha sido un honor compartir plató con Nicki –besó mi cabello suavemente y volvió a sonreír.

Todos aplaudieron y por fin llegó la hora de bajar del escenario. Volví a sentarme en mi asiento y esperé que todo pasara rápido. Cuando acabó todo llamé a Ruth al móvil y le dije que aparcara en la entrada con mi coche, pero no me cogió el móvil. Me despedí de Zack antes de irme y me encontré en la salida a Selena Gómez con Demi Lovato. Las saludé a las dos y ellas respondieron con una sonrisa.

Atravesé otra vez la extensa alfombra, y cuando quedaban pocos metros para llegar al coche, alguien me agarró por el hombro. Giré rápidamente y me encontré a Taylor Lautner de frente. Llevaba una camisa de color salmón y un traje de chaqueta blanco que resaltaba su bronceada piel.

-Nicki, celebro una fiesta en mi casa de Miami dentro de unas horas –creo que la expresión de mi cara fue tan clara que supo al instante las pocas ganas que tenía de ir a una fiesta- Y no acepto un “no” por respuesta –suspiré y su sonrisa se ensanchó. Antes de irse me revolvió el pelo y corrió hacia donde estaban Selena y Demi.

Me monté en la limusina antes de que volvieran a abordarme los periodistas y marqué el número de Ruth.

-Ruth, me han invitado a la fiesta de Taylor Lautner y no me apetece mucho… -antes de que pudiera seguir, escuché sus alaridos al otro lado de la línea telefónica. Lo aparté unos segundos hasta estar segura de que se había calmado.

-Nicki, vamos a ir a esa fiesta. No podemos perdernos un evento así –solté un suspiro de desesperación.

-Está bien, dentro dos horas nos vemos en mi casa y nos vamos a Miami –volvió a gritar y colgué el teléfono mientras me estiraba en el sillón de la limusina.

Le di varias indicaciones al conductor para llegar a mi casa y estuvimos allí en tres cuartos de hora. Bajé del vehículo e inmediatamente me quité los zapatos. Esperé a Ruth tirada en el sofá y me comí un helado de chocolate, con cuidado de no manchar el vestido.

La puerta sonó y miré el reloj –Tan puntual como siempre- pensé cuando me dirigía hacia la entrada. Abrí la casa y Ruth entró como un huracán corriendo hacia el salón y metiendo algo en el DVD. En la pantalla comenzó a reproducirse la grabación de los premios en los que horas antes había participado.

-¿Cómo lo has conseguido tan pronto?

-¡Shhh! –exclamó Ruth que permanecía expectante y señaló la pantalla para captar mi atención.

Vi mi imagen subiendo las escaleras hacia el escenario agarrada de Zack. Veía a alguien insegura, patosa y que realmente daba pena. Era horrible verme tan inmune ante tantas personas. Todos nos observaban desde sus respectivas sillas, y yo no hacía más que temblar y sonreír forzadamente. Menos mal que Zack cogió el micrófono y habló por mí, porque si no me habría desmayado. ¿Por qué diablos no me acostumbraba a todo aquello? ¿Acaso alguien había nacido sabiendo ser famoso? La respuesta era “no”, pero lo que si sabía era que yo aún no estaba realmente preparada para aquella presión.

Quería mi libertad, la necesitaba. Estaba decidida, me tomaría unas merecidas vacaciones, pero totalmente secretas. Tendría que empezar pronto para crear una nueva identidad, cambiar mi cabello, renovar completamente el armario, buscar un lugar…

-Nicki, perdona que te lo diga, pero estás horrible en el vídeo. Parece que en lugar de estar en los premios estabas en un cementerio rodeada de zombies –tal vez habría preferido la segunda opción, pensé mientras me levantaba y apagaba la televisión.

-¿Qué te parecería venirte conmigo a vivir una temporada a España? Ya sabes, una escapada –le pregunté tomándola por sorpresa. Se quedó prácticamente muda, mirándome como si me hubiese vuelto loca.

-Nicki, te he dicho mil veces que las drogas son algo muy serio y… -le tapé la boca antes de que continuara diciendo estupideces y afirmando cosas sin sentido.

-Ruth, necesito un respiro. Tengo que alejarme de todo esto un tiempo –expliqué señalando mi alrededor-. Si no quieres venir no importa, pero no digas nada. Llamaré a mi representante ahora mismo y le diré que me tomaré unas vacaciones pero con paradero secreto. No quiero que los periodistas se enteren, ni los fans. Tendré que cambiar el número de teléfono para que ninguno de mis contactos pueda llamarme, solo guardaré en la agenda el de mi representante. Por otra parte tengo que llamar a mis abogados y pedirles que busquen a alguien que puedan crearme una nueva identidad. También pediré hora con mi esteticista y una asesora de moda para cambiar mi armario, así será más difícil que me reconozcan…

Al ver la cara que se le había quedado a Ruth supe que era mejor callarme para no asustarla más de lo que ya estaba.

-¿Me estás contando todo esto en serio? –asentí en respuesta y Ruth soltó un suspiro y se pasó las manos por el cabello. Tomó aire y volvió a suspirar, pero esta vez fue mas bien como una rendición- Está bien, te acompañaré a España, pero una última pregunta. ¿Por qué allí? Es decir, es un país bonito, pero podríamos ir a París o a Inglaterra, incluso tal vez a Italia…

-Es simple. De pequeña solía viajar allí con mi madre para ver a mis abuelos y aprendí algo del idioma. Además he dado clases de Español varios años y mas o menos sabré manejarme allí –me dio la impresión de que seguía un poco asustada por lo que intenté animarla-. España es preciosa, y hay playas y chicos muy guapos. Además, lo pasaremos genial.

-A ver, no me preocupa irme a España, te recuerdo que yo estudié idiomas, por lo que sabré desenvolverme perfectamente, pero hay un pequeño detalle que se te está escapando –levantó una ceja esperando una reacción por mi parte.

-¿El qué?

-Es obvio Nicki. La gente se preguntará que dónde te has metido. Por suerte no tienes ningún contrato reciente, pero piénsalo, ¿qué le dirás a la gente? –Por desgracia, Ruth tenía toda la razón. No había caído en eso.

-A ver, no me estreses ya por favor. Es fácil, Robert dirá a la prensa y demás medios de comunicación la verdad, que me he ido de vacaciones, pero que ni siquiera él sabe mi paradero. Ellos no tendrán más remedio que creérselo –Ruth levantó una mano para objetar algo, pero la agarré, pues sabía que me iba a decir-. Sí, me buscarán, pero solo un tiempo, así que no nos preocupemos y pongámonos manos a la obra.

-Por cierto, te recuerdo que íbamos a ir a la fiesta de Taylor Lautner –reprochó mi compañera cruzando los brazos como una niña pequeña.

-No me seas infantil. Además, tendrás oportunidad de ir a infinidad de fiestas –Ruth frunció el ceño y refunfuñó algo en voz baja.

-¡Está bien! –Exclamó levantando los brazos en señal de rendición-. Tú ganas Nicki, me rindo, no hay quien pueda contigo cuando se te mete algo en la cabeza.

-Pues ya sabes, haz las maletas que nos vamos una temporada a España –cogí el móvil y llamé a mi Robert (mi representante).

Le expliqué todo lo que tenía que hacer y después de discutir un rato porque mi idea le parecía una locura, decidió que era mejor no oponerse. Tendría los papeles en dos días y ya solo necesitaba un cambio radical en mi look.

Lo dejé todo preparado para el día siguiente. Primero vendría a mi casa mi esteticista, que se encargaría de buscar una asesora de moda para que me ayudara con el vestuario. Todo tendría que salir a la perfección, no estaba dispuesta a cometer un solo fallo.

Cuando lo había resuelto todo, pude apagar todas las luces de la casa y subir a la segunda planta. Era hora de descansar un poco, pues el día siguiente prometía ser muy ajetreado.

Tiré el vestido en la cama (ya lo recogería el servicio) y me puse el pijama. Me hice una rápida limpieza de cutis casera quitándome todos los restos de maquillaje y recogí mi cabello con una gomilla. Tirada en la cama pensé en todo lo que me esperaba, imaginé las cosas que viviría y soñé con mi nueva vida temporal, pero sin duda, nada que pudiera recrear mi mente se acercó a lo que realmente me esperaría al tomar aquella decisión.

Russian Roulette.


¿Nunca has soñado con cambiar de vida?
Nicki Tanner, cansada de la fama decide que lo mejor es hacer algunos cambios, en los que se ve involucrada su mejor amiga, Ruth Stifler. Con identidad falsa, algunos cambios en su estilo y un billete de avión, Nicki comenzará una nueva vida junto a Ruth. Fuera de su país, lejos de sus conocidos e irreconocible, la estrella conocerá a gente muy interesante y se crearán lazos que no querrá romper.

Nicki y su falsa identidad (Sara) constituyen aquella persona que la famosa siempre había deseado ser, libre de focos, cámaras y preguntas indeseadas. Aún no ha terminado de asimilar todo aquello, cuando lo conoce...Porque cuando el amor de tu vida se cruza en tu camino, no es buena idea dejarlo escapar. Pero ¿qué es más importante? ¿Amistad o amor? Una elección que todos hemos hecho alguna vez en nuestra vida, a veces con resultados desastrosos.